viernes, 26 de septiembre de 2008

Resumen de los capitulos del evangelio de LUCAS

"CAPITULOS 1 y 2"

En estos dos capítulos, Lucas nos da una síntesis de la fe sobre el sentido de la venida de Cristo al mundo. Desde la perspectiva de la Pascua, la comunidad cristiana descubre que Jesús culmina la historia salvífica iniciada con Israel. Un "resto" del pueblo elegido espera al salvador del mundo con corazón humilde y sincero. Lucas compara a los dos protagonistas, Juan y Jesús, resaltando la continuidad de ambos (El AT y el NT) y la superioridad del segundo.
Esquema de redacción: - Anuncio del nacimiento de Juan. - Anuncio del nacimiento de Jesús. - Encuentro de las dos madres. - Nacimiento de Juan y el porqué de su venida. Vida oculta. - Nacimiento de Jesús y el porqué de su venida. vida oculta.


"CAPÍTULOS 3 al 8"

La llegada de Jesús, el hombre nuevo, exige un cambio de vida. La palabra de Dios se encarna en la historia. tenemos que corregir el rumbo y en una conversión sincera dar frutos de amor y justicia. Jesús es el nuevo Adán, fuerza transformadora de Dios, ungido por el espíritu. Es la síntesis y la culminación de la historia. Vence al tentador por su fidelidad al Padre. Con Jesús llega el tiempo de la liberación del hombre. Su pueblo lo rechaza y Dios se abre a otras naciones. Jesús nos libera del mal, nos libra de situaciones inhumanas de vida y su liberación abarca a todos los hombres, sin privilegio alguno para nadie. Jesús asocia a sus discípulos para la tarea liberadora, invitando a formar una nueva comunidad. Integra a los marginados sociales, restaura a los pecadores e inaugura un tiempo nuevo, anunciando que las leyes y estructuras deben estar al servicio del hombre y no al revés. Jesús predica el evangelio de la pobreza y el amor, condena a los opresores y comunica la verdadera felicidad que se fundamenta en el desinterés y el amor a la justicia. Nos dice que solo se puede vencer al opresor con el amor y la no-violencia. tenemos que ser respetuosos y comprensivos con los demás y exigentes consigo mismo, por todo eso, la liberación solo se consigue con el "cambio interior" y se "basa en hechos y no en palabras". Nada ni nadie podrá impedir la obra salvadora de Dios, ni las diferencias raciales o religiosas, ni la muerte. Sólo quien ama puede comprender a Jesús y recibir el perdón. La palabra debe transformarse en luz y testimonio y sus frutos dependen de la sinceridad y constancia del corazón.

"CAPITULOS 9 al 13,17"

La Iglesia confiesa a Jesús y realiza su obra. Es una Iglesia "pobre" que evangeliza con signos y palabras, suscita el interés del poder y congrega a la comunidad en un "banquete mesiánico". Es una nueva comunidad que no sólo es la depositaria de los poderes salvíficos de Cristo. Debe seguirle, también, por el camino de la renuncia al poder, de la humildad y del servicio fraterno. A veces "el tiempo de la Iglesia" a menudo aparece como una lucha "estéril" contra el mal, pero Jesús obra igualmente, a pesar de la poca fe. El seguimiento de Jesús es un corte radical con una antigua forma de vivir y un paso decidido hacia adelante. Hay dos peligros en la vida del cristiano: abrirse hacia afuera de sí mismo, olvidando su madurez y crecimiento y encerrarse en la vida cultual y contemplativa, pasando por alto su compromiso con el prójimo. El amor no reconoce barreras de ninguna especie, como nos dice Lucas en la parábola del samaritano, quien practique el amor, aunque aparentemente no profese la fe o nuestro culto, tiene "la vida eterna" y Jesús lo reconoce como discípulo suyo. Lo importante es "escuchar su palabra" para que esta transforme nuestro interior y así nuestro obrar tenga sentido. Jesús le reprocha a Marta (10,41) el "inquietarse" y "preocuparse" por muchas cosas sin saber por qué y para qué. Jesús nos señala el estilo de una "auténtica" oración. Queremos que Dios se manifieste tal cual es, lo que está por encima de nuestros cálculos y esquemas. ¡Cuantas veces transformamos a Dios en un fetiche, un objeto mágico o un artículo de consumo! Jesús nos obliga a discernir la auténtica fe de sus apariencias.El hipócrita es un "incrédulo", porque se resiste a ese "cambio interior", esencia misma de la fe. Es un esclavo de su orgullo, aparentemente es una casa limpia y ordenada, pero el demonio del orgullo habita en esa casa y su virtud queda reducida a la nada. Entre otros peligros para la fe nos encontramos con la codicia y la ansiedad por la supervivencia. Hay que saber descubrir la mano de Dios en los acontecimientos y vivir en permanente conversión. El Señor nos da el tiempo de la vida "para dar frutos".

"CAPITULOS 13,18-19,27"

La expresión "reino de Dios" indica la totalidad de la salvación que llega por medio de Jesucristo y obra de manera paciente e imperceptible en medio de los hombres. Los judíos pensaban que el Reino mesiánico aparecería en forma estridente y gloriosa, formando un gran imperio con Jerusalén como capital. Esta mentalidad, que no era ajena a los apóstoles y a muchos cristianos posteriores, la aclaró el mismo Jesús, que nos orienta hacia una interiorización y espiritualización del Reino, que es la presencia de Dios en nosotros por la fe en el Hijo. El Reino crece en secreto con gran fuerza, se cierra a los especuladores "de dentro" y se abre a los de fuera. Jesús es la "puerta angosta", es decir, la exigencia de cambio interior necesaria para ingresar en el Reino. Los cristianos no pueden contentarse con llamarse cristianos o estar bautizados. El Reino es ofrecimiento y exigencia al mismo tiempo. Es el ofrecimiento que Dios, el amigo, nos hace para vivir en comunidad, alimentándonos con su palabra. Es como un banquete al que podemos ir o excusarnos y dar la espalda a esta llamada, pues nuestras muchas "obligaciones" con "las cosas de este mundo" nos lo impiden. Llamarse cristiano y no vivir conforme al Evangelio, es "hacer el ridículo". Verdaderamente los verdaderos "pecadores" son los que presumen de justos y rehúyen el cambio interior. El Evangelio de Lucas es el que más insiste en los efectos del apego a las riquezas y al dinero que llegan a convertirse en "auténticos dioses" que terminan por suplantar a Dios y al Evangelio. fue esta una de las más dolorosas experiencias de la Iglesia primitiva y lo sigue siendo hasta nuestros días. Seamos astutos en el manejo de las riquezas, pues, aunque son lo menos importante, nos impiden el acceso a lo más importante, la vida eterna. La riqueza nos da cierta apariencia de dignidad y el respeto de los otros. Mas ¿qué somos en nuestro interior como personas? El fariseo vive de una justicia apoyada en su egolatría (el status social, la fama, el buen nombre...). Hay dos etapas en la manifestación del Reino: en la primera, Jesús lo anuncia y nos llama a la conversión. En la segunda, el mismo Jesús nos pedirá cuenta de nuestra respuesta. El Reino no es una utopía sino una llamada a la responsabilidad: trasformar la sociedad con un espíritu nuevo y con el aporte de todos.

"CAPITULOS 19,28 - 24"

Con la muerte y resurrección de Jesús se inaugura una nueva etapa: el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la vida y presencia viva de Dios en medio de su pueblo. La nueva pascua de los hombres liberados ha llegado, ya no deben existir los amos y los siervos. Si todos somos libres por el amor, sólo es grande en la comunidad el que más ama y más entrega a los demás. Es el fin de las palabras y el comienzo de los hechos concretos. Jesús al ser juzgado por "sus jueces", pone al descubierto el mundo de la iniquidad. Todos los hombres somos juzgados a la luz de su verdad. El tribunal de Cristo empieza y desfilan por el las instituciones religiosas, que no se resignan a perder su falso poder y prestigio; el poder político, que claudica en sus funciones derramando sangre inocente ante "diversas presiones"; los agentes de la violencia, los torturadores y asesinos a sueldo, que continúan en tiempo y espacio la persecución de los que denuncian la injusticia reinante. Es un "tiempo de tinieblas" que quieren ahogar la luz. Con la muerte de Jesús surge la nueva humanidad y muere la estructura de iniquidad, el culto al poder, al dinero, a la avaricia y al placer. El sepulcro vacío es el símbolo de la fe cristiana: no hay que buscar entre los muertos al que está vivo. La fe en Cristo resucitado es una consigna de renovación para que no vivamos como muertos sino como hombres libres. Cuando la comunidad cristiana se reúne y comparte el mismo pan con el necesitado y con actitud humilde reflexiona la palabra, sólo entonces puede descubrir y ver a Jesús presente en la eucaristía y en la vida de la Iglesia

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